1. Párate
En un momento de silencio, respira tranquilamente y
olvídate de todo lo demás. Hazte consciente de tus propios sonidos. Eres tú. Es
ahora… Dios está aquí. Salúdalo.
2. Déjate iluminar
Nos centramos
en el Evangelio de este pasado cuarto domingo de cuaresma. Seguimos con ese proceso de “Cuarésmate”, de
parar, de pararnos en aquello que es más importante.
Juan 3,14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Lo
mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado
el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de
los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que
cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz
vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras
eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a
la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la
verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según
Dios."
3. Remuévete
El egoísmo, la intolerancia, la poca fe… nos hacen caminar en tinieblas.
Entre las verdades del Señor y las mentiras de los hombres, preferimos
escuchar a los hombres. Y así nos apartamos de Dios, que nos ama hasta
el extremo.Jesús no va por la vida juzgando a las personas, al
contrario, lo que transmite con su forma de vivir es perdón, cariño, respeto y comprensión.
4. Rezamos
juntos.
Jesús,
perdona mi forma
de
juzgar a las personas,
de
criticar al que es diferente,
al
que piensa distinto.
Ayúdame
a eliminar lo que no me ayuda,
lo
que hace que me encierre en mí mismo.
Que
nacer de nuevo sea para mí una oportunidad