Señor Jesús, quiero que entres en mi vida
como cuando entraste en el templo.
Sabes lo que sobra en mí.
Echa de mi templo a los mercaderes que me explotan.
Tira las mesas de todo lo que me amarra.
Y, después con cariño, ayúdame a reconstruirme,
conviérteme en albañil de mí mismo.
Que ponga cimientos sólidos, que edifique con pilares
firmes,
que construya con ladrillos consistentes.