Marcelino
era un estímulo para los más flojos; junto a él todo el mundo trabajaba, nadie
se atrevía a permanecer ocioso ni se negaba a hacer un trabajo por penoso y
bajo que fuera.
Uno de los días en que fue a trabajar con los canteros, uno de
los obreros, fornido y con fama de no achicarse ante ningún obstáculo, le dijo:
Marcelino, hemos
desistido de partir esa roca; es un pedernal tan duro que es inútil perder en
ella más tiempo. El padre Champagnat quería a toda costa hacerla desaparecer
porque rezumaba humedad contra el edificio;así que le siguió la broma diciendo: Pero hombre,
parece mentira, ¿no tiene usted más agallas?. No es extraño; está usted dando
unos golpes que no reomperían la suela de mis botas. Y diciendo esto, tomó el
pico y golpeó con tal fuerza la roca que volaban trozos en todas las direcciones.
Al verlo, los obreros tomaron sus herramientas y se pusieron a trabajar con
tanto ardor que al día siguiente la roca había desaparecido.